Según van pasando los años, nuestras necesidades de alimentación van cambiando. Nuestro estado de salud está determinado por la edad, género, rutinas diarias, nivel de actividad física y el tipo de alimentación recomendada para cada etapa.
Según cumplimos más años, nuestro organismo sufre múltiples cambios fisiológicos, las personas de mayor edad pueden tener dificultades para masticar y tragar, un sentido del olfato y del gusto disminuido y problemas digestivos o de absorción de nutrientes. A esto se suma la habitual pérdida de masa muscular y el frecuente desarrollo de insuficiencias basales o enfermedades como la diabetes. Todas estas condiciones provocan que estas personas necesiten una atención especial para la correcta adaptación de la alimentación.
La preparación de texturas adecuadas y la elaboración de menús equilibrados y variados son esenciales. De manera general, una buena alimentación debe estar compuesta por un 60% de hidratos de carbono, un 25% de grasas y un 15% de proteínas.
- Atender las recomendaciones médicas: es muy importante incorporar pautas derivadas de patologías específicas. Reducir la sal o el azúcar suelen ser los más comunes, aunque hay múltiples vitaminas y minerales presentes en los alimentos que también deben controlarse.
- Considerar las necesidades específicas de cada persona
- Sustituir las grasas animales por proteínas
- Priorizar los hidratos de carbono complejos: están presentes en alimentos como las hortalizas, arroz, judías o las patatas guisadas. Contienen más nutrientes y más fibra que los hidratos de carbono simples, presentes en postres y dulces. Por eso, recomendamos incluirlos frecuentemente.